lunes, 10 de febrero de 2014

Endurance Heart

El sonido agresivo de las respiraciones ajenas, una suerte de avalancha irracional por un una meta, un objetivo, la búsqueda de un nuevo sentimiento, la fuerza de las pisadas que marcaban una pauta entre un antes y un después cualquiera sea el resultado, las miradas extrañas de los ajenos que nos veían con un rostro menos desorientado que el nuestro mismo pero más seguros de que estábamos, sin lugar a dudas, locos de atar.

Es indescriptible la sensación de luchar contra el yo, de sentir que no tienes más remedio que tratar de ser más que el que está adelante tuyo y no dejarte alcanzar, siquiera, por el que va detrás, muchas veces en la vida diaria aplicar este esquema sería propio de una situación instintiva, casi animal, en ocasiones egoísta o simplemente irracional; este no es el caso.
Llegaban las 4:00am, más de cinco alarmas tocarían el timbre al unísono para darnos pie a la aventura. Es la madrugada del primer sábado de febrero del año 2014, no se ha dormido lo suficiente y la alimentación estuvo por debajo de los estándares necesarios para siquiera caminar veinte metros bajo el sol, en fin, el caso es que estábamos ahí, ultimando detalles para llegar al palacio de los que tienen y que lo pueden, el balneario de Asia, tierra de ricos y los wanna be, donde el pobre es el que lo parece, por más de que no lo sea.

Enrumbados en dos confortables autos llegamos con hora marcial, ajetreados más que emocionados, silentes y dormitando pero claros en lo que debíamos hacer, comenzar a prepararnos para endurecer el  corazón. Comenzaba el ritual, bloqueador solar en cantidades industriales, vaselina para los dedos del pie –dícese que el frotamiento de este controversial ungüento entre los dedos del pie ayuda a que no haya un rozamiento agresivo entre los mismos y que por ende no genere heridas ni laceraciones, no lo sabía y ahora lo sé- , para el caso de los que demoramos en calentar nos embadurnamos las extremidades inferiores con Icy Hot y para los que no, simplemente una serie de estiramientos cuasi lúdicos que permitían llevar sus músculos a altas  temperaturas en pocos minutos, hidratación con bebidas energéticas, la implementación de los artículos básicos para el trail runnig: gorros, pitos, tubulares, el chip de control, entre otros; y también la colocación de aparatos muchas veces superfluos y muchas veces útiles para los entendidos del tema: correas con soporte para botellas hidratantes, muñequeras, vinchas, escarpines, arneses, tobilleras, rodilleras ortopédicas, lentes para el sol , y demás artefactos especializados.

Caminamos con extraña vehemencia hacia la entrada del evento, lógico sintiéndonos los reyes de la salud y las buenas costumbres al lado de los ebrios, beodos o fervientes devotos de la cerveza, el cigarrillo o el whisky que por esas horas terminan de vivir la vida loca y salen del Boulevard cual campanario de monasterio, to the left to the right. Esto en algún momento es motivante en la medida que recuerdas que cuando te aferras al alcohol hasta tempranas horas de la mañana te encuentras siempre con aquella señorita que sale a correr, con aquel tipo de buena traza que pasea al perro y aprovecha para comprar el pan, con esa familia saludable comandados por un matriarcado solemne que rebate el argumento del domingo de descanso y promueve el pronto y prolongado ejercicio comunal. Si no es motivante, al menos te embarra de vergüenza ajena -me ha pasado-.

Muchos colores por todos lados, gente de toda edad que viste como el running lo amerita, fabulosidad dentro de la simpleza del ejercicio. Zapatillas de las mejores marcas que son rebatidas hacia el suelo en todo tipo de pisada soberbia y flexión temeraria, mujeres que acomodan los últimos detalles del vestuario de sus maridos, maridos que supervisan que no se pierdan sus hijos en el frenesí propio del tumulto, guías estratégicamente posicionados para supervisar el desarrollo del evento y un anfitrión con micrófono en mano, más instruido en el tema de lo que su físico obeso y languidecido pudiera suponer, aunque con una labia florida y una capacidad única de hacernos esperar por el retraso de la partida sin que se genere desesperación colectiva (la carrera se retrasó aproximadamente una hora, la misma que sirvió para terminar de darle tiempo a los asistentes de calentar, o al menos terminar de dormir lo restante de esa media noche).
Debo hacer un paréntesis porque debo comentar que en la madrugada, mientras yo comenzaba a dormir, en el arco de la entrada del boulevard salían los participantes de ochenta y cincuenta kilómetros hacia el desierto de Asia, cosa que personalmente me parece una locura, un salvajismo y una tortura –imagino que pensaré esto hasta estar preparado para inscribirme en alguna de estas categorías a las que, en mi calidad de amateur, no tengo acceso-. Una cuestión de ya no sé qué, tal vez tenacidad, entereza, tal vez fuerza, motivación, tal vez sí, o tal vez no, tal vez quién sabe, esos dones sobrenaturales que da Dios, que consigues en un gimnasio, que aprendes con la necesidad o que  simplemente están ahí. Mi más grande respeto por esas personas que son héroes de sus misas historias y que han superado la barrera del ‘¿llegaré?’.

Ocho y media de la mañana, los participantes de 21K ya están en la partida y los de 10K terminando de calentar porque saldrían veinte minutos después, hay revuelo, el ambiente se calienta, se escuchan de a pocos los sonidos de las cámaras, la gente terminando de subir a Instagram y Facebook sus ‘selfies’, el sol que ataca agresivamente con su pronta espectacularidad y el cronista anunciando el conteo regresivo desde 3 minutos antes del silbatazo inicial. Comienza la carrera.

Los primeros metros siempre son amigables a la impetuosidad, arrancar como caballo para dejar atrás a los que menos resistencia deberían de tener (supuestamente) en uno o dos kilómetros, esto es irreal para el caso. Fueron unos trescientos metros en el tramo inicial hasta un puente, subida y bajada, todo en el asfalto hasta entrar a un arenal, y qué arenal. Por lo general todos correctos, todos en línea recta, cual solados, entre rápidos y lentos, con la vestimenta impecable y sin un ápice de cansancio en el cuerpo, respiraciones absolutamente enérgicas, música a todo volumen, los recipientes con hidratantes llenos, una pequeña primera parte ideal.

Me duele el talón derecho y ambas canillas, no he ingresado más de un kilómetro adentro pero siento que fueran diez ¿qué pasa, qué estoy haciendo mal? No sé, pero tampoco pretendía tener respuesta siendo mi primera vez en trail mode. Una atlética mujer de aproximadamente 30 años le decía a su esposo que corra de frente sin separar las rodillas, que pegue las piernas y que dé pequeños saltos para no levantar mucha arena; traté disimuladamente de contagiarme de ese estilo pero mi ritmo no me lo permitía, decidí correr como sé hacerlo, simplemente cerrar los ojos y correr pero no, casi me doblo el tobillo. En este tipo de rutas no puedes darte el lujo de ser frenético, muy por el contrario, se debe ser metódico en la manera de pisar, transitar de forma  estratégica en la medida de poder avanzar a un paso regular sin agotar esfuerzos para las partes más difíciles, saber guardar cuerpo y controlar la respiración que en adelante es lo único que escucharás dentro de ti.

Empieza la subida y no puedo dejar de asociar esa imagen mental a los miles de zombies tratando de escalar por un paredón pisándose entre sí, en una escena memorable de World War Z con el siempre antipático Brad Pitt. Regresando al momento, podía ver muchas personas delante pero podía ver más personas atrás, la arena estaba incandescente y se prestaba para derretir cualquier tipo de tobillo indomable. Las costosas zapatillas de algunos dejaban de verse tan importantes cuando volteaba y lograba divisar solo las medias llenas de tierra y suciedad, casual. Me aferraba a la idea de poder desempeñarme como en el pavimento pero no, era más que imposible aunque encontré una manera pícara y traviesa de escalar con mayor facilidad, siguiendo las huellas dejadas por la persona de adelante. El pisado en una subida en la arena marca una pequeña cuenca ya apilada y dura donde muy difícilmente con otra pisada generarás un sobrehundimiento, de esta manera conseguía tener el piso medianamente llano y el ritmo medio del corredor de adelante que de nada de esto se enteró.

Tres cuestas arriba, ya el gorro y el polo necesitan el cambio que nunca llegó, el dolor en la lumbar se anuncia, estar caminando en esa colina sinuosa deja de ser divertido cuando casi llegando a la cúspide ves a motorizados disfrutando un paseo por aquellas dunas pero nada se podía hacer, estábamos llegando a la cima, una pseudocima, a la primera gran cima. Ya con una vista espectacular de la carretera y la playa se divisan muchos puntos al inicio de la partida, runners, que seguramente no superarán ni la primera parte del recorrido en el tiempo estimado, serán descalificados pero se tomarán el tiempo de hacer la ruta hasta llegar y vencerse a sí mismos, es lo que cuenta, es lo que hay. Volvemos a trotar.

En adelante no nos referiremos a ‘correr’ hasta los kilómetros finales, no estaría ajustado a la realidad. Comienzan las pequeñas bajadas y las nuevas grandes subidas ¿qué es esto?, ¿dónde estamos?, ¿a dónde vamos?; todo es ejercicio muscular y dolor, el cansancio pasó a un segundo plano porque ya todo te genera dicho cansancio, lo nuevo es lo fuerte que toca vivir; la colina se hace más picada, las piernas revientan de dolor y caminar despacio es la reacción natural del cuerpo, o de lo que queda de él. Vamos caminando cuarenta minutos y estamos en unas precipitaciones extrañas, unas subidas diagonales qué solo tienen pequeños caminos hechos a base de huellas y de líneas de motocross. Por ahí vamos. Los pocos que trotamos nos adelantamos unos a otros entre descanso y descanso, se visualiza una última cima, subimos, respiramos más fuerte, nos desesperamos por llegar, las puntas de las narices son cañerías y los gemidos de gloria contagian  la rigurosidad del trámite ascendente, falta poco, tengo que cuidarme de no chocarme con nadie ni que me ruede por el vacío de la derecha, es muy intenso todo, la fuerza de poner el peso en la diagonal de los tobillos es muy fuerte, ya no hay piernas, llegamos.

Un nuevo acompañante se presenta imponente y avasallador, como invitándonos a entrar en las profundidades de su ser, el imponente viento del desierto. Llegar a esta cima no ha sido nada fácil y como cuando uno sube a Machu Picchu, lentamente descubre la mirada hacia la majestuosidad de la montaña, así; llegar a la cima y deleitar la vista con absolutamente nada más que arena y sentir en el rostro esos azotes de aire mezclados con polvo y ramas que salían de la bajada más estricta que me ha tocado vivir, una suerte de rampa picada casi infranqueable en sus suelos, imposible de dominar; estábamos comenzando a bajar con todo el cuerpo inclinado para atrás, los tobillos pagaban el trámite de la inclinación, las plantas de los pies en perfecta diagonal hacia la izquierda, es desesperante, no eres tú el que intenta avanzar, es la profundidad del vacío que te arrastra a sus entrañas, como si todo lo que se hubiera hecho hasta el momento tuviera su culminación ahí mismo, donde yacíamos indefensos a la prepotencia de la gravedad.
Estamos recuperando vida en las piernas luego de la bajada, hay justa necesidad de agua, la sed va alcanzando los mismos niveles de importancia que la respiración. Llegamos al primer y único punto de hidratación, en este encontramos bebidas, frutas frescas y frutos secos, snacks, barras energéticas, chocolates, en resumen todo lo que nos proveería de calorías inmediatas para continuar con  el desarrollo del reto, y vaya que funcionó.

Se divisa una cuesta lejana, pocos puntos de color azul en ella, por la hora supongo que estamos cerca del final teniendo en cuenta que la parada que hicimos la tuvimos en el kilómetro 5.8 y calculando que habíamos trotado unos treinta minutos más, tendríamos que estar llegando ya a la recta final, o al menos a lo más ligero y pensar eso obvio que fue un error. En la parte baja de la colina no hay mucha gente, a este punto las distancias entre competidores se han alagado y queda simplemente aferrarse a la fiereza de lo que pueda superar, en la medida de lo posible, uno mismo. El camino está muy irregular, las pisadas anteriores han dibujado miles de formas que cuando te yaces en ellas te hundes entre quince a veinte centímetros de inmediato, es arena muy fina y fácil de remover; la caminata se hace más densa y las piernas en este momento ya responden al instinto se sobrevivencia, la necesidad de llegar.

Estoy en la cima, puedo ver a lo lejos la carretera, el boulevard y el mar, la bajada así como la subida es estrepitosa, ya no me importa, una energía indescriptible se apodera de mi cuerpo, automáticamente inclinó al vacío y comienzo a bajar, no sé de donde salen estas fuerzas, toda esta energía, estoy pasando a muchos competidores con la velocidad de como si me estuviera salvando la vida delante de alguna trampa de indiana Jones, esta vitalidad no la tuve en ningún momento de la carrera, esta vitalidad no la tuve nunca jamás, o al menos eso pareciera. Estoy corriendo sobre la arena inicial del ingreso al desierto, es muy fácil, las pisadas son manejables y el ritmo es proporcional a la respiración, todo bien; ya puedo ver mucha gente, estoy entrando a la salida que da a la carretera, un niño regando el arenal del frontis de su casa me regala un chorro de agua en la cara –por cierto, el chorro de agua más celestial del universo-, estoy llegando al puente que me conectaría con la derecha de la carretera y la entrada final, me desespero por subir y por bajar, llegué a otro extremo, las miradas de los terceros sirven como aplausos para lo logrado, el vaso me comienza a reventar. El dolor s insoportable porque al momento de apresurarme cambié mi respiración e hizo que moleste la tracción natural de mis órganos.

Estamos a pocos minutos de la llegada, rengueando el trote se avanza, hay un túnel de personas que te reparte agua en el rostro y la cabeza y cual mejor amigo te invita de una manera muy efusiva a seguir la dirección y llegar a la meta, las personas aplauden, al menos una o dos de ellas, doy la vuelta a la izquierda por el camino de la pista está el arco con la meta, la llegada es una suerte de carnaval, estoy ansioso y feliz, levanto el puño derecho, cierro los ojos, llegué.

Me siento un hombre de hierro, camino con extrema arrogancia hacia el descanso para estirar los atareados músculos, busco algo de comer, me tomo una Miller y reflexiono en cuánto tiempo habré logrado y en qué posición habré quedado, la verdad poco me importa, a estas alturas siento que soy el único que ha logrado vencer  mi propio yo, sin un objetivo claro, sin una meta, sin un valor agregado; estoy atrapado en el cauce aborigen de querer más. Es indescriptible tratar de graficar el momento, y en total la situación; en unos minutos llegarán mis amigos y compartiremos experiencias y hablarán de sus anécdotas, historias y demás, todos con algo que contar, todos con nuevos sentimientos en su haber, todos con nueva motivación,  todos con el corazón endurecido por el amor a correr.



jueves, 3 de octubre de 2013

Uno dos, uno dos, probando, probando.

Lejos de reactivar y rediseñar mi blog para fines instructivos o de posible relevancia trascendental para la sociedad, sólo quiero ser escuchado, bueno, leído y no por ustedes, sino por mí mismo;  es más, puede que no exista un ustedes –que sería lo ideal- pero sería también hipócrita decir que no posteo esto con miras a exhibirme, tal vez es sólo esa necesidad de ventilar o figurar, y no creo que esté mal, al final, siempre las penas o alegrías de uno despiertan cierta envidia o felicidad en otros, ténganlo si les sirve. Ah por cierto ¡hola!, soy Raju, sí, Raju y antes que todo te pido no critiques mi exceso de amor por las comas y el hecho de que me guste usar los signos de exclamación sólo al final, y una que otra barbaridad ortográfica más, no estoy en muy buena cancha, las reglas se han modificado, pretendo ser correcto en la medida de lo posible aunque seguramente por un punto mal puesto me vayan a crucificar y hasta dejar de tener la minúscula importancia que por algún segundo ocupé en sus valiosos tiempos. Regresando al tema del inicial hola, sí, me llamo Raju, Raju Noornabi, y aunque ya estoy acostumbrado a que me lo pregunten se los cuento sólo para evitar lo inevitable, mi nombre es foráneo, indio, mi padre es del lejano Bangladesh y mi viejita de este tercermundista país, el buen Perrrrú –como mal pronunciaría alguna presentadora extranjera de algún certamen de belleza internacional-.

Esta entrada será corta, no quiero ahondar, es un poco sosa, generalmente las nuevas bienvenidas son tan hostiles como las viejas amistades al momento de un reencuentro, y vaya que sí lo son, pero bueno, la idea es que tú como lector (tú como lector soy yo, para mí mismo) te vayas integrando a este laberinto de idas y vueltas sin ningún fin más que el de perder tu tiempo haciendo ver que el mío escribiendo esto vale la pena, en algo servirá.

Detalles de mi vida puede que no les importe, no lo sé, lo tengo inscrito en mi bio pero si me lo pidieran tampoco tengo mucho que decir, no soy un nobel, un erudito, un abanderado de la verdad y las buenas costumbres, un delincuente reinsertado a la sociedad que puede escribir un libro de cómo no tener que pasar lo que él algún día disfrutó vivir, mucho menos un ejemplo a seguir, maybe podría dedicarme a dar cátedra de conversaciones vacías, explícitas, sin doble sentido, sin ningún trasfondo, o solamente decirles que soy un joven de 23 primaveras –porque sí son primaveras, no lo digo por tendencia- que es bachiller en la flamante carrera de Ciencias de la comunicación con especialidad de Relaciones Públicas y Publicidad de la más aún flamante universidad de San Martín de Porres. JA! Imaginen eso, presentarse así, qué ridículo no? A veces creo que debo hacer un mea culpa por la invención de estos terceros que le ponen los nombres nada que ver a las ramas de las equis disciplinas, en fin, más de lo logrado como eso no les puedo dar, más de lo que mi mente pueda imaginar que es la vida, eso es otra cosa y posiblemente de eso en adelante vamos a hablar.